Mi relación con Fernando Marías se redujo a un correo electrónico enviado que jamás obtuvo respuesta. Para el trabajo final de la Maestría en Creación Literaria que realicé en la Universidad Internacional de Valencia, debíamos hacer una lista de tres posibles tutores de los cuales uno sería quien nos acompañaría en aquel enriquecedor y arduo camino de escribir los primeros capítulos de una novela. Fernando Marías era mi opción número uno, Espido Freire la dos y Elisa Levi la tercera. De Fernando Marías no conocía absolutamente nada salvo una anécdota en clase en la que Espido nos contó que su último libro la había hecho llorar, no solo por lo narrado, sino por la cercana relación que ella tuvo con él. ¿Un autor capaz de hacer llorar a la mismísima Espido, esa escritora que vimos tan fuerte e invulnerable? Pues ese es a quien me gustaría tener como tutor, pensé. Así que hice la lista, la envié y cuando nos dieron los resultados de la asignación de tutores, fue un hecho, Fernando Marías sería mi tutor.
Le envié un correo en el que me presenté y escribí un corto párrafo describiéndole un poco de mi trabajo como escritor,que ni siquiera llegaba a ser amateur, y a pesar de revisar todos los días en busca de una respuesta tanto en la bandeja de entrada como en el correo basura, nunca la encontré. Qué irresponsable, pensé, algo tan importante para un estudiante y él ni siquiera tenía la delicadeza de responder un correo electrónico a falta de tan poco tiempo para iniciar el proceso de planificación del trabajo final. Justo el día que iba a escribir a coordinación para plantear mi queja, recibí un correo de la misma coordinación. Nos avisaban que algunos estudiantes debían ser reasignados debido al fallecimiento de Fernando Marías. Fue una hepatitis autoinmune.
De camino al trabajo y de regreso a casa siempre debo tomar un bus y luego un metro y viceversa. El trayecto dura alrededor de treinta y cinco minutos que pueden prolongarse por demoras en cualquiera de ambos medios de transporte. Antes, solía sentarme o quedarme de pie y no hacer más que observar, a través de la ventana, las casas añejas montrealesas o los muros subterráneos. Luego, caí en le vicio de casi todos los pasajeros: revisar cosas poco importantes en el celular. Hasta que decidí que aquel tiempo debía dedicarlo a algo mucho más enriquecedor y que ya me hacía falta: la lectura. Así fue como, unos meses después del fallecimiento de Fernando Marías me encontré a mi mismo leyendo Arde Este Libro, el último que publicó, y a diferencia de otros libros, y junto a Cien Años de Soledad, me hizo desear que el viaje en metro fuera mucho más largo.
Arde Este Libro es un relato autobiográfico en el que Fernando Marías le habla a su difunta exesposa motivado no por la muerte como tal, sino por el hecho de que la cremaron con un libro suyo entre las manos. Qué tan importante debió de ser aquel libro para ella y cuántas sensaciones debieron invadir las emociones y pensamientos de Fernando Marías al haberse enterado.
En el libro, Fernando nos relata cómo fue la historia de aquella relación, cómo ambos se construyeron alrededor de ella y la hicieron evolucionar hasta un punto auge que fue socavado por los demonios internos de cada uno hasta llegar a un final que se prolongó hasta el día de la muerte. Con una narración fluida y poética, y frases, párrafos y palabras desgarradoras, hace que nos adentremos en la realidad de una relación que ha sido, de hecho, la realidad de muchas relaciones y lo seguirá siendo. Conocí cosas de Fernando y conocí cosas de su exesposa desde el punto de vista de Fernando, y no pude evitar sentirme identificado con ciertos rasgos de la personalidad de quien no llegó a ser mi tutor.
Arde Este Libro llegó a provocar en mí lo que solo Cien Años de Soledad había causado: obligarme en el metro a hacer gran esfuerzo por contener unas lágrimas que solo pudieron salir cuando, conduciendo, le conté a mi pareja aquel momento que abrió por completo mi vulnerabilidad. Mientras le contaba, mi voz se quebró de un momento a otro y ella rompió en carcajadas, así que no pude evitar reír y dejar salir aquellas lágrimas. Contradictoria situación, en realidad, pero en la que pude desahogar lo que en el metro no dejé salir.
Recomiendo por completo el libro de Fernando Marías y me quedan, además del párrafo que me afligió por completo y con el que, en mi opinión, debió terminar el libro, dos frases que me obligaron a releerlas para poder sentirlas por completo:
“Siempre es una gran victoria sobre el mundo el comienzo de un idilio”.
“Recuerda: serás olvido. Recuerda: arderás tú y arderán tus libros”.
En realidad, todavía debo sentirlas un poco más.
*Nota: desafortunadamente, en una caminata de un gran viaje no cesó de llover y mi maleta no pudo proteger el libro del agua, razón por la cual, en la foto, se le ve bastante maltratado.
Comments